martes, 18 de mayo de 2010

Infancia Adolescencia ¿CASTIGAR O CORREGIR?


¡Un Juez muy especial!

¿Les suena el nombre de Emilio Calatayud? Es el juez de menores más conocido de España, una fama muy bien merecida. Le llegó un chico por conducir moto sin seguro y le castigó a dedicar 50 horas a dibujar un comic y a visitar dos veces una planta de traumatología, para que fuera consciente de lo que es capaz de hacer, tanto lo bueno como lo malo.

Cuando le llega un drogadicto, la sentencia suele ser mandarle a replantar el bosque “para que sude, se oxigene, y vea un poco la naturaleza”. ¿Qué al chico le han cazado haciendo botellón? La sentencia le obligará a ir varios fines de semana a limpiar los destrozos de otros botellones, y a acompañar a los servicios de asistencia, para que vea las consecuencias de las borracheras.

¿Castigar o corregir? Educar no es nada fácil y a veces uno se pregunta en qué estaría pensando cuando se embarcó en esta aventura. Y es que, hay que admitirlo, los chicos son especialistas en llevarnos a los extremos y sacar tanto lo mejor como lo peor de nosotros.

Desesperan. Uno intenta llevarles por el buen camino, inculcarles una disciplina, un “buen hacer”, pero a veces, incomprensiblemente, se desbarata todo, se nos tuerce, y por mucho que le expliquemos cómo hacer las cosas, él persiste. Ya puede ser el levantarse a la hora adecuada para ir a clase, como el no pegar a los hermanos, pasando por el ordenar el cuarto.

¿Qué nos enseña Emilio Calatayud en cada una de sus sentencias? En que, por mucho que sea el estropicio que hagan los pequeños, por mucho el daño y la rabia que nos causen, hay que tener la cabeza bien adulta. Y eso significa paciencia e inteligencia.

Paciencia para no dejarnos llevar por la rabia o la desesperación, para profundizar un poco en su error... e inteligencia para encontrar la tecla con la que corregirlo. Hace tiempo que hemos descubierto ya que con los niños, eso del castigo no debe ser una manera de desahogarnos. Ante todo debemos intentar que el castigo, o el fastidio, se muestre como una consecuencia natural de sus actos.

Recetar así, a la ligera, parece muy fácil. Pero, ¿cómo llevar estos principios a la práctica? A continuación os presentamos una serie de pasos que seguir cada vez que te enfrentes al dilema de corregir o castigar.

1.

Lo básico, según explica Calatayud en alguna entrevista, es “buscar las causas de un mal comportamiento” y actuar sobre ellas. Para ello no debemos quemarnos tanto la sangre viendo el mal y si poner nuestras neuronas a trabajar para descubrir la raíz de todo ello. Si, por ejemplo, se está empezando a comportar mal desde que llegó un hermanito, tiene poco sentido castigarle en casa y tenerlo a nuestro lado porque lo que demanda una situación así es demostrarle que nadie le ha quitado el sitio e incentivar el que se sienta responsable de su hermanito.
2.

¿Cuándo actúa así? A veces los niños se vuelven especialmente perezosos para levantarse los lunes por la mañana. En ese caso debemos actuar la previa, el domingo, e ir adelantándonos a la crisis planificando bien la hora de acostarse. ¿Qué le ocurre cuando vamos a la casa de un amigo suyo? Pues habrá que determinar qué influencia está produciendo ese chico y por qué nuestro hijo se deja “transformar” tan fácilmente.
3.

¿Qué reacciones hemos tomado en casos similares? ¿Y cuáles tomaron otros padres amigos nuestros? ¿Con qué resultado?
4.

Una vez escojamos nuestra respuesta, una cosa debe estar clara: el castigo o el fastidio debe ser inmediato. La mente de un niño no está preparada para el largo plazo. Eso es algo que se va desarrollando con los años. En un principio, sus recuerdos son reducidos, y, si retrasamos el castigo, por ejemplo, a la semana que viene, cuando llegue el momento lo pasará mal, pero no será capaz de interiorizar que ese fastidio es consecuencia de una acción tan lejana.
5.

Ya lo dice el derecho internacional: las represalias deben ser motivas, limitadas en el tiempo, y proporcionales. Castigar a un niño sin salir un mes por no haber hecho los deberes un día puede ser contraproducente.
6.

OjO con los sentimientos. Recordemos que hay que ligar la consecuencia al hecho, pero no nuestro cariño, que en una fase de desarrollo de la personalidad, debe ser incondicional, para que al menos eso lo tenga seguro. Castigarle con la indiferencia en algunas ocasiones puede ser la mejor solución, pero en este asunto, debemos cuidarnos muy mucho de que se sienta menos querido por una equivocación. ¡Errar es humano, y en los niños es casi una necesidad!
7.

Reconocer los progresos es tan importante como hacerle ver que cada comportamiento negativo tiene su consecuencia. Si ves que logra corregir su actitud, no dejes de elogiarle por ello y hacerle sentir bien.


Fuente: somospadres.com

martes, 4 de mayo de 2010

ENTREVISTA LA VANGUARDIA IVÁN OLIVEROS

Entrevista de la Vanguaria - La Contra

Iván Oliveros (Sesha), maestro de vedanta advaita, una rama del hinduismo"

Atrévase a estar presente sin preguntarse adónde le llevará"
IMA SANCHÍS - 04/05/2010

49 años. Nací en Bogotá y vivo en Valencia. Estoy licenciado en Ingeniería Mecánica y estudié Filosofías Orientales. Separado y con tres hijos. Hacemos el mundo con nuestras actitudes y con nuestros pensamientos. El ser humano está integrado en un todo inteligente
¿La conciencia es innata al ser humano?

Sí, es una red de interacción en la que el ser humano está integrado y que produce en sí misma una condición profundamente inteligente. Desde este prisma no tienes que echar mano de un ser más inteligente, de un creador.

Ese es su tema: la no dualidad.

Cuando interpretas el mundo con el marco de la dualidad, determinas que una cosa es el que percibe y otra lo percibido.

Yo, y todo lo demás.

Exacto. Pero en Oriente hay otras formas de percepción, que se establecen creando nuevos estados de conciencia en los que la relación observador y observado cambia.

Tradúzcamelo a lo práctico.

Cuando conduces, si no reaccionas a cada curva te estrellas. De igual manera, en la práctica, estos estados de percepción se traducen en no estar en Babia, en no estar en las nubes, en estar presente, en vivir acorde con la intensidad de cada instante, en convertir cada momento en único.

Bueno, todos lo pretendemos.

El problema no es pretenderlo, sino lograrlo. Cuando ves una película y estás absorto en ella, no te das cuenta de que tú estás ahí, estás sin pensarlo. La atención constante a un objeto diluye tu sentido del yo; entonces surge una percepción diferente que se traduce en estar atento, vivo. Eso se llama no dualidad, y aflora la sabiduría y la intuición.

Nos lo han explicado muchas veces, pero en la práctica se escapa.

La mente, tal como funciona, está constituida de hábitos, y esos hábitos producen condicionamientos. Le es muy difícil a una persona salirse de esa forma habitual de percibir e interpretar las cosas. Intente por un instante no ser consciente de nada.

...

Imposible, ¿verdad? Incluso se es consciente de que se está distraído. Hay una condición en usted que es permanente: la conciencia. La conciencia es un don que poseemos, una fuerza inherente de saber. Su capacidad de cognición está siempre presente y se puede experimentar de manera diferente.

Bien, ¿de qué manera?

Siendo simultáneamente objeto y sujeto de percepción, eso le hará libre.

No entiendo nada.

Cuando usted percibe el mundo, lo percibe desde usted; lo que no es usted lo llama mundo. El mundo es su objeto y usted el sujeto, y desde ahí interpreta el mundo: yo y todo lo demás. Bien, pues le haré una pregunta.

...

Cuando lee un libro y está absorta en él, ¿dónde está usted en ese instante?

Leyendo el libro.

Sí, de acuerdo, ¿pero Ima reconoce que es Ima la que lee el libro?

No, Ima está absorta en el libro.

Exacto, si estás absorto en algo interesante o bello, estás perdido en ese momento en la percepción misma, en el presente. Y en ese instante no puedes catalogarte como yo, ya que no tienes conciencia de ti mismo.

De acuerdo, ¿y?

Cuando estás absorto, concentrado, ocurre algo mágico y misterioso: no tienes conciencia de ti pero sí del mundo que percibes, y reaccionas ante él. ¡Eso es tan grato!

Pasa el tiempo volando, cierto.

Es la pérdida del sentido de dualidad, pero no ocurre voluntariamente. Ahora plantéese otra cuestión: ¿cómo prefiere vivir: así o pensando?... Si pudiera vivir como cuando está absorta, desde ese estado de sabia percepción, si pudiera caminar, cocinar, sentir, dormir, querer así, sería todo diferente.

¿Qué hay en esa entrega total?

Está el mundo.

... Casi lo entiendo.

La mente trata siempre de replegarse a cosas que ya ha pensado o sentido porque así se siente segura, e invade el presente con esos sentimientos y pensamientos. Cuando aprendes a estar presente, gozas de la condición de permitir a las cosas nacer y darles tiempo a morir, y gozarlas con intensidad.

Simplemente, estar presente.

Sí, y esto que parece una simpleza descarga la psique y el sistema nervioso y permite una calidad de vida superior. La presencia es conciencia, y te permite ver el mundo como es. Se trata de convertir lo que vives en lo fundamental, en el momento válido.

¿Y cómo se consigue?

Estamos acostumbrados a que las cosas se consiguen con esfuerzo, pero ¿qué esfuerzo hace usted para existir?

Ninguno.

El problema es que usted quiere conseguir algo que con los atributos que ya conoce es imposible alcanzar. Entonces, lo que yo le digo es: atrévase, simplemente experimente el mundo, atrévase a estar presente sin saber si eso la lleva a otro sitio o no; la suma de esos pequeños momentos la conducirá a esa forma de percepción libre.

¿Coleccionar instantes de presente?

Cuando alguien tiene el don de la escritura, escribe sin dudar, como si alguien le dictara, y eso provoca que el lector se pierda en ese mundo, se convierta en eso. Si tu don es ese, resta en esa perspectiva y fluye en ella, eso te arrastra al presente de manera innata.

Y cada persona tiene un don.

Sí, aproveche su don, aquello en que no duda. A lo mejor es amar, cuidar, trabajar, pescar, cocinar; advierta aquello que por don tiene de natural y en ello sumérjase, la ayudará. Aunque existir en sí ya es un don.

Extraido de:
www.lavanguardia.es/lacontra/lacontra.html

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